El auge del cine en Pachuca durante los años 50: nostalgia y cultura popular

En la década de 1950, Pachuca vivió una era dorada del cine con solo tres salas para una población de 60 mil habitantes. El Alameda, el Iracheta y el Reforma se convirtieron en íconos culturales, ofreciendo desde filmes mexicanos hasta producciones extranjeras. Con funciones populares a precios accesibles y proyecciones innovadoras como la Panavisión 70, estas salas fueron el corazón del entretenimiento. La gestión de la Cadena de Oro, propiedad de William O. Jenkins, unificó la cartelera y revolucionó la publicidad con métodos creativos como anuncios en automóviles con autoparlantes. El contexto social de la época reflejaba una comunidad ávida de cultura. Las funciones de matiné dominicales o las maratónicas proyecciones de tres películas por 1.

25 pesos llenaban las salas. La estrategia de marketing incluía volantes coloridos y carteleras en las calles, mientras que películas épicas como Ben-Hur duplicaban la expectativa. El cine no solo era entretenimiento, sino un ritual social que unía a familias y jóvenes en torno a historias proyectadas en celuloide. Las consecuencias de esta época perduran en la memoria colectiva. El incendio del cine Pineda, reconvertido en Alameda, o la voz de anunciadores como Benigno Quezada, son recuerdos imborrables. Hoy, estos cines simbolizan un legado cultural que contrasta con la era digital. La nostalgia por aquel Pachuca cinéfilo evidencia cómo el séptimo arte moldeó identidades y dejó huella en la vida cotidiana de una generación.