Claudia Sheinbaum enfrenta desafíos con las corcholatas heredadas de López Obrador

El gobierno de Claudia Sheinbaum enfrenta tensiones derivadas de las llamadas corcholatas, figuras políticas heredadas de la administración de Andrés Manuel López Obrador. Estas personalidades, aunque en teoría aliadas, actúan con autonomía, generando conflictos internos y desafíos para la gobernabilidad. Sheinbaum, quien llegó al poder con el respaldo del expresidente, ahora debe equilibrar lealtades y controlar a quienes buscan influir en su agenda o incluso aspirar a la presidencia en 2030. El escenario se complica con declaraciones y acciones de morenistas que contradicen el discurso oficial. El origen de las corcholatas se remonta a la estrategia de López Obrador para mantener cohesionado su movimiento, repartiendo cargos y espacios entre sus cercanos. Sin embargo, esta herencia ha resultado ser un arma de doble filo para Sheinbaum. Figuras como Marcelo Ebrard ya mostraron descontento durante el proceso interno, y ahora, desde sus posiciones, algunos actúan con independencia.

Aunque públicamente apoyan a la mandataria, en la práctica persiguen intereses propios, lo que debilita la unidad del partido y la eficacia del gobierno. Las consecuencias de esta dinámica son evidentes: rumores de ruptura con López Obrador, críticas por el manejo del poder legislativo y desgaste en la imagen de Sheinbaum. La oposición aprovecha estos resquicios para atacar, pero la presidenta aún mantiene capacidad de maniobra. El tiempo será clave para redefinir alianzas y reordenar su equipo. Si no actúa, los conflictos internos podrían escalar, afectando su proyecto de gobierno y su liderazgo. Morena debe demostrar coherencia o arriesgarse a perder credibilidad ante la ciudadanía.