Crimen organizado en México: violencia que ofende a la humanidad y desafía al Estado

México enfrenta una ola de violencia extrema que, aunque no ocurre en un contexto de guerra, iguala en crueldad a los crímenes de lesa humanidad. Ejemplos como el feminicidio de tres niñas en Sonora, cuyos cuerpos fueron hallados abrazados tras ser asesinadas junto a su madre, reflejan la saña de los victimarios. Estos actos, perpetrados por el crimen organizado o individuos, no solo hieren a las víctimas, sino que agravian a la sociedad entera. La impunidad y la falta de políticas efectivas profundizan la crisis. El contexto mexicano muestra un patrón recurrente: masacres, mutilaciones y exhibición pública de cadáveres, tácticas usadas para infundir terror. Casos como el del alcalde de Chilpancingo, decapitado en 2021, o el narcotraficante Arturo Beltrán Leyva, asesinado en 2009, evidencian la brutalidad normalizada.

Las redes sociales y medios amplifican el impacto psicológico, generando un mal humor social que debilita la convivencia. Esta violencia no es ajena al Estado: su incapacidad para prevenirla lo convierte en cómplice indirecto. Las consecuencias son devastadoras: desconfianza en las instituciones, trauma colectivo y una sociedad fracturada. Aunque se arresta a sospechosos, como el concubino en el caso de Sonora, eso no revierte el daño. Urgen políticas públicas integrales que combatan la impunidad, refuercen el Estado de derecho y restauren el tejido social. Mientras el gobierno no actúe con firmeza, México seguirá siendo escenario de crímenes que, más allá de lo legal, ofenden la esencia de la humanidad.