La Cuarta Transformación redefine el lenguaje oficial con un diccionario a su medida.

El concepto de austeridad republicana ha sido uno de los pilares discursivos de la Cuarta Transformación. Sin embargo, su aplicación práctica dista mucho de su definición teórica. Según el llamado diccionario de la Real 4T, este término no implica vivir con modestia, sino justificar lujos, viajes en primera clase y la adquisición de propiedades de alto valor alegando el uso de recursos personales, una explicación que a menudo genera más dudas que certezas sobre el origen real de los fondos. Este nuevo lenguaje se extiende a otros ámbitos de la vida nacional, redefiniendo la realidad para ajustarla a la narrativa oficial. Incidentes como la caída de un atleta en el Maratón de la Ciudad de México no fueron por un bache, sino por una falla técnica menor en un registro.

Del mismo modo, un proceso de votación con baja participación y un alto número de votos nulos para elegir ministros es celebrado como una elección popular legítima y avalada por el pueblo. La consecuencia inmediata es la creación de una brecha entre la realidad que vive la ciudadanía y la que describe el gobierno. Esta resignificación de términos tiene un impacto directo en la percepción de la gestión pública y la democracia. Palabras como acordeón se convierten en guía ciudadana y tragedias como un secuestro y asesinato pueden ser suavizadas con eufemismos como infarto fulminante. Este esfuerzo por construir una verdad alterna a través del lenguaje busca minimizar fracasos, maquillar irregularidades y eludir responsabilidades, erosionando la confianza en las instituciones y desgastando el significado mismo de la comunicación pública.