García Luna y Bermúdez Requena: la misma corrupción en la política mexicana

La detención de Genaro García Luna en 2019 y la reciente orden de aprehensión contra Hernán Bermúdez Requena exponen un patrón recurrente en México: altos funcionarios acusados de vínculos con el crimen organizado. Ambos fueron hombres de confianza de Felipe Calderón y Adán Augusto López, respectivamente, encargados de seguridad en sus gobiernos. La pregunta central es si los mandatarios ignoraban las actividades ilícitas de sus colaboradores más cercanos, una duda que socava la credibilidad de la clase política. El caso de García Luna, exsecretario de Seguridad Pública bajo Calderón, marcó un precedente al vincular a un alto funcionario con el Cártel de Sinaloa. Ahora, Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad en Tabasco, enfrenta acusaciones similares por presuntos lazos con el grupo criminal La Barredora. Mientras Morena defiende a López argumentando desconocimiento, el PAN hizo lo mismo con Calderón en su momento.

Esta coincidencia revela una doble moral: los partidos protegen a los suyos pese a evidencias de corrupción sistémica. Las consecuencias de estos casos son graves. La estrategia de seguridad en México parece depender de figuras con flexibilidad para negociar con el crimen, en lugar de perseguirlo. Esto explica por qué la violencia persiste pese a las promesas de cada gobierno. La responsabilidad política de Calderón y López debe ser igualmente evaluada, ya sea por complicidad o negligencia. Hasta que no haya rendición de cuentas real, la corrupción y la impunidad seguirán definiendo la vida pública del país.