Guerra eterna termina con la paz de los sepulcros en pueblo olvidado

La enemistad entre Fulano y Zutano marcó la vida de un pequeño pueblo durante años. Sus disputas constantes generaron caos, miedo y daños irreparables entre los vecinos, quienes sufrían las consecuencias de una guerra que parecía no tener fin. La única solución llegó con la muerte de ambos, separada por pocos días, dejando sus tumbas cerca en el cementerio local. Finalmente, la paz se impuso, pero solo en el silencio de los sepulcros. El pueblo respiró aliviado, aunque la tranquilidad llegó demasiado tarde para quienes vivieron bajo el yugo de su conflicto. La historia se repite en versiones crudas: Fulano asesina a

Zutano y, gracias a su poder, evade la justicia. Aunque el crimen queda impune, la violencia cesa y los habitantes recuperan la normalidad. Fulano es respetado por su victoria, mientras Zutano yace en su tumba. La paz, aunque manchada de sangre, es celebrada por una comunidad cansada de guerra. Otras versiones muestran una rendición forzada, donde Zutano acepta la supremacía de Fulano bajo amenaza de muerte. El miedo impone una paz frágil, donde el pueblo saluda al vencedor e ignora al derrotado. La lección es clara: en algunos lugares, la paz solo llega cuando el conflicto se entierra, literal o figuradamente.