Jóvenes y seguidores de Manzo marchan al Zócalo en protesta contra el gobierno actual

Miles de personas participaron este sábado en dos marchas simultáneas que partieron del Ángel de la Independencia con destino al Zócalo capitalino. Aunque convocadas por separado, la autodenominada Marcha de la Generación Z y la Marcha del Sombrero compartieron horario, recorrido y demandas centrales: el rechazo al partido en el poder, Morena, y la reivindicación de la figura del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, asesinado recientemente.

Los manifestantes, muchos vestidos de blanco y portando sombreros característicos, recorrieron Paseo de la Reforma coreando consignas como Carlos no murió, el gobierno lo mató y Fuera Morena, en un ambiente inicialmente pacífico y resguardado por policías antimotines. El contexto de la movilización se enmarca en un creciente descontento social hacia la administración federal, canalizado por dos movimientos con identidades diferenciadas pero objetivos convergentes.

La Marcha del Sombrero, a la vanguardia de la movilización, está estrechamente vinculada al legado del edil Carlos Manzo. Por su parte, la Generación Z, integrada por personas nacidas entre 1995 y 2012, hizo gala de sus símbolos, como banderas con una calavera sonriente inspirada en el anime One Piece.

A pesar de la coincidencia en las críticas al gobierno y la exigencia de justicia, ambas convocatorias mantuvieron su independencia organizativa durante todo el evento.

Las consecuencias de la concentración se materializaron al llegar a la plancha del Zócalo, donde la tensión escaló rápidamente. Un grupo de manifestantes encapuchados intentó derribar las vallas metálicas que protegen Palacio Nacional, utilizando martillos, esmeriles y alicates.

Esto provocó la respuesta de la policía, que lanzó gases lacrimógenos y polvo de extintores desde el interior del perímetro de seguridad. Mientras algunos participantes golpeaban las barreras, otros les recriminaban con consignas como no me representas y fuera encapuchados, evidenciando una división interna sobre los métodos de protesta.

El clímax de los enfrentamientos se produjo cuando los encapuchados lograron derribar una valla de tres metros y retirar varias placas metálicas, lo que intensificó la respuesta policiaca con el lanzamiento de más gases, piedras y objetos en llamas. Los actos violentos se prolongaron por casi una hora, generando un ambiente de caos e irritación entre los presentes, a pesar de que la mayoría de los contingentes se mantuvo alejado de los disturbios.

El incidente dejó en evidencia las fracturas dentro de las protestas sociales y marcó un punto de inflexión en la manera en que se desarrollan las movilizaciones masivas en el corazón político de México..