Migrantes varados en la frontera sur de México enfrentan un muro burocrático y la incertidumbre política

En la frontera sur de México, miles de migrantes centroamericanos y caribeños enfrentan un estancamiento forzoso. Personas como José Gabriel, un hondureño de 35 años, llevan más de un año atrapados en ciudades como Tapachula, Chiapas, intentando iniciar procesos de regularización ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar).

Este trámite, visto como la única vía legal para transitar hacia el norte, se ha convertido en un laberinto lento y complejo. Los migrantes huyeron de la violencia y la pobreza en sus países, pero ahora se topan con un sistema que los retiene en el limbo, lejos de sus familias y sin oportunidades laborales, mientras sus ahorros se agotan y la desesperación crece.

El contexto de esta crisis se enmarca en el endurecimiento de las políticas migratorias tanto en México como en Estados Unidos. La llegada de Donald Trump a la presidencia estadounidense ha provocado que México actúe como un gigantesco filtro, deteniendo el flujo hacia el norte. albergues que antes alojaban a más de mil personas, como el Jesús El Buen Pastor en Tapachula, ahora reportan ocupaciones de menos de cien, no por una disminución real de la necesidad, sino porque las medidas disuasorias han creado un cuello de botella.

Organizaciones civiles denuncian que la región se ha convertido en una gran cárcel migratoria, donde las promesas de desarrollo y empleo en el sur del país no se han materializado, dejando a los migrantes en una situación de extrema vulnerabilidad. Las consecuencias de este estancamiento son profundas y humanitarias.

Los migrantes varados, estimados en al menos cuarenta mil solo en la frontera sur, son víctimas de explotación laboral, carencias médicas y una incertidumbre constante. Muchos, como el salvadoreño Francisco Axume, dependen completamente de la asistencia de albergues para sobrevivir, ya que no pueden trabajar legalmente.

A pesar de las dificultades, la esperanza persiste: el objetivo de llegar a Estados Unidos no se ha abandonado, sino pospuesto. Los migrantes planean esperar, incluso años si es necesario, con la tenue expectativa de que un cambio en la administración estadounidense pueda flexibilizar las políticas, permitiéndoles finalmente continuar su viaje hacia una vida mejor..